Encuentro entre un niño de 7 años y un Extraterrestre...
En el cálido refugio de una pequeña chocolatería con churros, con el aroma del chocolate recién hecho llenando el aire, Dante, un niño de 7 años con síndrome de Down, se encuentra un asiento junto a la ventana. Frente a él, se sienta Rooswell, un extraterrestre gris de aspecto amigable con una presencia tranquila, cuya apariencia es suave, reflejando los colores del arcoíris que se filtran a través del cristal.
Dante: (Mirando curiosamente a Roswell, con una expresión de fascinación y creando una forma de comunicación a través de la mente) Hola... tú no eres de aquí, ¿verdad? Tienes colores.
Rooswell: (lanzando una voz calmada que solo podía resonar en la mente de Dante y un tono que parece armonizar con el ambiente de la chocolatería) Hola, Dante. No, no soy de aquí. Vengo de muy lejos, de un lugar donde los colores hablan y las emociones se pintan en el aire.
Dante: (Con una sonrisa, ligeramente inclinándose hacia adelante) Me gustan los colores... ¿Cómo se hablan?
Rooswell: (creando imágenes en la cabeza de Dante, mientras resuena su voz) Imagina que cada color es como una palabra, y juntos cuentan historias sobre cómo nos sentimos y quiénes somos. Mis colores cambian con mis sentimientos, como un cuadro que nunca está terminado.
Dante: (Asintiendo, su voz llena de asombro) Yo siento mucho, pero no tengo colores. Casi siempre estoy feliz, pero a veces estoy triste.
Rooswell: (Mirando a Dante con una calidez que parece abrazar el alma) Dante, tus emociones son tus colores. No necesitas mostrarlos en tu piel porque las muestras con tus pocas palabras, tus risas, tu amor y tus lágrimas. Eres un arcoíris en el corazón.
Dante: (Riendo suavemente) ¿Arcoíris en el corazón? Me gusta eso. ¿Pero por qué viniste aquí?
Rooswell: Vine en busca de nuevas historias, para aprender de seres de todo el universo. Y ahora, contigo, estoy aprendiendo la belleza de las emociones humanas, tan ricas y profundas.
Dante: (Mirando sus manos, luego a Roswell) A veces, las personas no entienden mis palabras... se ríen.
Rooswell: (Con una mirada de comprensión profunda) En mi mundo, aprendemos que cada ser tiene su propia música, su propio ritmo. Las palabras pueden ser torpes, pero los sentimientos nunca lo son. Tu música es hermosa, incluso si algunos no pueden escucharla.
Dante: (Sonriendo, con los ojos brillantes de emoción) ¿Tú escuchas mi música?
Rooswell: (Asintiendo solemnemente) La escucho, y es una de las melodías más hermosas que he conocido. Habla de valentía, esperanza y alegría. Nunca dejes de compartirla.
Dante: (Con una expresión decidida) ¡No lo haré! Y te enseñaré a cantar. A mis papás les gusta cuando canto.
Rooswell: (Sonriendo ampliamente) Eso sería maravilloso, Dante. Comparte tus canciones, es así como se construyen los puentes entre los mundos.
Mientras la tarde se desliza hacia el crepúsculo, Dante y Rooswell comparten historias, risas y quizás un plato de churros rellenos de lechera. En esta pequeña chocolatería, han encontrado un lugar común, un pequeño rincón del universo donde las diferencias se celebran y las amistades nacen. A través de su diálogo, ambos aprenden que en el corazón de cada ser, hay colores que esperan ser vistos, melodías que esperan ser escuchadas, y un infinito potencial de comprensión y conexión.
Marciano Dovalina
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